En los episodios depresivos típicos el enfermo que los padece sufre un humor depresivo, una pérdida de la capacidad de interesarse y disfrutar de las cosas, una disminución de su vitalidad que lleva a una reducción de su nivel de actividad y a un cansancio exagerado, que aparece incluso tras un esfuerzo mínimo.
También son manifestaciones de los episodios depresivos: la disminución de la atención y concentración, la pérdida de la confianza en sí mismo y sentimientos de inferioridad, las ideas de culpa y de ser inútil, una perspectiva sombría del futuro, los pensamientos y actos suicidas o de autoagresiones, los trastornos del sueño, la pérdida del apetito, disminución de la libido...
¿QUÉ ES LA DEPRESIÓN?
Estamos habituados a usar la palabra 'depresión' con excesiva frecuencia. Cuando tenemos un mal día, o incluso cuando estamos cansados, nuestro estado de ánimo está un poco más bajo de lo habitual, y la expresión que acude a nuestra mente es 'estoy deprimido'.
Pero la depresión es mucho más que todo esto: es un serio trastorno emocional que implica cambios importantes en nuestra forma de sentir, pensar y actuar. Es un estado en el que nuestras emociones cambian sensiblemente: puede que tengamos muchas ganas de llorar, que notemos tristeza y otros sentintientos desagradables como irritabilidad o ansiedad. Además, a nivel corporal, también suelen producirse cambios como notar cansancio continuo y excesivo, pérdida de apetito, problemas de sueño, tensión muscular, presión en el pecho y un largo etcétera. También es muy corriente notar una importante disminución del deseo sexual.
Con la depresión, nuestra forma de pensar cambia y tendemos a ver sólo el lado oscuro de las cosas. Nuestra realidad se enturbia y la vemos teñida de pesimismo y negatividad. Solemos pensar mal acerca de nosotros mismos, nos desvalorizamos y nos culpamos por todo. Nuestra autoestima se reduce significativamente y el mundo nos parece un lugar hostil y absurdo en el que vivir. No entendemos la vida, ni cómo ni porqué suceden las cosas.
Podemos incluso llegar a creer que los demás no nos tienen ningún aprecio y que nos rechazan. Y sumidos en estas ideas, vamos reduciendo nuestras habilidades sociales y nos volvemos más pasivos. La inercia nos domina, dejamos de salir, de ver gente y nos podemos pasar los días del sofá a la cama, quejándonos continuamente o incluso llorando.
Para considerar que una persona está deprimida, tiene que estar sufriendo este tipo de síntomas durante un período de tiempo razonablemente largo. Por poner un ejemplo, un estudiante que ha suspendido un examen puede sufrir algunos de estos síntomas y no tener una depresión, a no ser que tras un largo tiempo, no consiguiera atravesar ese bache emocional.