La enuresis es la persistencia de micciones incontroladas más allá de la edad en la que se alcanza el control vesical (4-6 años como edad extrema).
Según al momento del día de su manifestación se puede clasificar en diurna: cuando la pérdida involuntaria de orina ocurre durante las horas del día, y nocturna: cuando sucede durante el sueño (la más frecuente).
Otra clasificación según el control de la micción es primaria cuando el niño no ha llegado a controlar la micción durante un periodo continuado de al menos 6 meses. El 80% de las enuresis son primarias. Y secundaria cuando ha existido un periodo previo de control de la vejiga.
Aunque los costos sociales, emocionales y psicológicos de este trastorno para los niños pueden ser grandes, no todos los pacientes con enuresis nocturna requieren tratamiento. Algunos padres y pacientes pueden decidir no realizar inicialmente ningún tratamiento ante sus inconvenientes y su posible morbilidad después de que el caso sea evaluado y de recibir información y educación con respecto a esta entidad en las que se hayan procurado evitar preocupaciones infundadas y sentimientos de culpa.
Parece razonable, en cualquier caso, ofrecer un tratamiento cuando el niño comienza a sentirse incómodo con sus síntomas lo cual estará relacionado con su edad y con la intensidad del cuadro. Sin embargo, antes de los 7 años no es previsible un porcentaje de respuesta al tratamiento que mejore la tasa de remisión espontánea de la enuresis. Es necesario recordar que el tratamiento de la enuresis secundaria es similar al de la enuresis primaria, debiendo además realizarse, si fuera posible, alguna actuación sobre los factores desencadenantes, en caso de que se conozcan.
Entre los tratamientos caben destacar diferentes opciones, farmacológicas y no farmacológicas.
En nuestro gabinete de psicólogos, nos centramos en las opciones no farmacológicas, entre otras intervenciones y dependiendo del origen del cuadro, estrategias conductuales sencillas para una mejora en el control de la micción (como puede ser una alarma, restricción de líquidos, sistemas de recompensas…). No obstante a veces estos cuadros son síntomas de trastornos más complejos como el desafío infantil, o conflictos no resueltos.