Un padre le ha dicho varias veces a su hija de siete años que se ponga a hacer los deberes sin obtener ningún resultado así que, con la paciencia al límite, la mira seriamente y la amenaza con castigarla si no obedece. Dos hermanos se pelean constantemente, haciéndose la vida imposible y los padres, hartos de ese clima bélico, les lanzan un ultimátum: o dejan de chincharse o acabarán castigados cada uno en su habitación.
Son escenas muy comunes que reflejan la metodología que muchos padres siguen. Pero, ¿realmente son eficaces los castigos en los niños?
¿De qué sirven los castigos?
Los castigos consiguen que el niño obedezca una orden de forma inmediata, pero el pequeño lo hará por miedo al castigo, no porque entienda que es mejor hacer lo que se le indica o porque respete a los padres. De esta manera, el pequeño entiende que los problemas se resuelven a golpe de amenaza o de poder.
Muchos psicólogos explican que las consecuencias de este método pueden ser desastrosas si se utiliza el castigo como un elemento habitual: falta de confianza en el niño, poca autoestima, tensión, ansiedad, miedo a no saber si hace las cosas bien o mal…
Cada experiencia se guarda en la memoria asociándola a una emoción positiva o negativa. Por ello, cuando a un niño se le castiga con frecuencia y de forma humillante su cerebro enciende una serie de mecanismos de defensa innatos que pueden provocar una respuesta sumisa o rebelde ante la situación. Por este motivo, el castigo no cambia la conducta sino que genera un mecanismo compensatorio que se presentará más adelante (mentiras, rabia, violencia…).
¿Qué hay detrás del castigo?
El adulto que educa tiene que ser consciente de las consecuencias del castigo y por qué lo hace: enfado, miedo a que el niño se le vaya de las manos o se convierta en alguien sin objetivos o tenga malos comportamientos…
La disciplina positiva como método para educar
La disciplina positiva es un método para educar a los hijos sin gritos ni castigos. No se trata de dejarles hacer lo que quieran sino de educarles con firmeza y amabilidad al mismo tiempo.
El concepto de disciplina positiva nació a finales de los años 80 en Estados Unidos, de la mano de Jane Nelsen y Lynn Lott, ambas psicólogas y madres. En este tipo de pedagogía se fomentan las relaciones humanas utilizando el respeto mutuo, la comunicación afectiva, aprender de los errores, no utilizar los castigos y alentar (poniendo atención al esfuerzo y a la mejoría) como los cinco pilares principales.
No podemos decirles a nuestros hijos que no peguen, que no griten o que se porten bien si nosotros no actuamos de la misma manera, ya que los niños aprenden mirando a sus padres. Si queremos que sean pacientes, también tenemos que tener paciencia como padres.
Por lo tanto, el primer cambio para llevar a cabo la disciplina positiva debe producirse en nosotros. Asimismo, como padres debemos ser conscientes de la etapa vital por la que atraviesan nuestros pequeños; no podemos pedir lo mismo a un niño de 2 años que a uno de 15. Hay que implicar al niño a respetar las normas, a que se sienta motivado; si entiende la necesidad de ciertas normas y la importancia de respetarlas, habrá más posibilidades de que las cumpla y las interiorice de forma voluntaria, siendo responsable de sus actos.
Beneficios de la disciplina positiva
Jane Nelsen hace referencia a las siguientes beneficios que aporta una “disciplina efectiva que enseñe”:
- Ayuda a los niños a tener un sentimiento de pertinencia con respecto a la familia o a la comunidad escolar, algo que disminuye la posibilidad de tener conductas de riesgo social (estrés emocional, pensamientos/ intenciones suicidas, consumo de sustancias tóxicas, comportamiento violento…).
- Es respetuosa y alentadora. Los adolescentes que creen a sus padres amables y firmes tienen menos riesgo de comportamientos peligrosos y, según muchos estudios, postergan la actividad sexual.
- Es efectiva a largo plazo. Le ofrece al niño/a las herramientas para conocerse, para escuchar lo que siente y aprende a decidir de manera consciente lo que necesita hacer en el futuro para sobrevivir o prosperar.
- Enseña importantes valores y habilidades sociales: respeto, empatía, resolución de conflictos, cooperación…
- Pone el enfoque a potenciar las capacidades de cada niño/a.
¿Cómo utilizar la disciplina positiva?
-Comunicación: la base de toda relación se basa en la comunicación. Es imprescindible hablar con los hijos todas las normas que podamos acordar con ellos dentro de los límites que marquen los padres: la hora de acostarse, la ropa que ponerse, la comida… Si ha formado parte de la decisión, le será más fácil seguir la norma. Sin embargo, hay normas indiscutibles: no pegar, no morder, no robar…
-Empatía: Debemos intentar saber por qué estaba haciendo algo antes de regañarle. Quizás desconocía que estaba haciendo algo mal o no sabía cómo hacerlo.
-Consecuencias: Cuando haga daño a alguien o rompa algo, debemos preguntarle qué piensa hacer para que entienda que sus actos tienen consecuencias y que debemos reparar el daño hecho. Los padres debemos ayudar a nuestros hijos a reflexionar sobre sus actos para que entiendan qué han hecho mal y las consecuencias que eso conlleva.
-No debemos criticar ni etiquetar a nuestros hijos (es un vago, es un irresponsable…).
-Nada de castigos, chantajes o premios: nuestro objetivo no es sancionar al niño sino lograr que entienda por qué hay que portarse bien y quiera hacerlo por sí mismo.
La teoría está muy bien, pero la práctica…
Entendemos que es muy fácil decirlo pero que el día a día mina nuestros recursos, disponemos de poco tiempo, estamos cansados… El estrés y las prisas a veces nos vencen y acabamos perdiendo la paciencia y gritando a nuestros hijos. Para evitarlo, antes de estallar, podemos tomarnos un respiro, marchar a otra habitación para calmarnos, de esa forma también ellos entenderán cómo hay que gestionar los nervios.
Otra manera de no explotar es contar; hasta 10, 50, 100 ó lo que haga falta, respirando hondo y tranquilizándonos. Igualmente, debemos intentar entender por qué nos estamos poniendo tan nerviosos y por qué el niño ha actuado de una manera concreta. Por último, debemos tener paciencia y hablar con ellos.
Aún así, si no encontramos el camino, no vemos resultados, no sabemos cómo actuar, la ayuda de un profesional, como la que brindamos en Linares y Nevado, que nos ayude a encarar la situación y la educación de nuestros hijos siempre es bienvenida.