En el post anterior veíamos la necesidad de tener recursos de afrontamiento para amortiguar el impacto de un estresor. ¿Cuáles son estos recursos?
El primero y más importante es la TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN. Vivimos en momentos en los que nos cuesta aceptar que las cosas no son como queremos, es más, nos frustra que las cosan no sean como DEBERÍAN DE SER. Es importante trabajar la aceptación de lo que sucede, porque de hecho SUCEDE, y genera malestar. El hecho de aceptar un suceso negativo, nos pone en disposición de generar alternativas para solucionarlo. Por el contrario, cuando no aceptamos, gastamos todas nuestras energías y pensamientos en la queja y alimentamos el malestar con frustración, aumentamos el sufrimiento.
Otro recurso psicológico clave es tomar conciencia de cómo VALORAMOS E INTERPRETAMOS EL ESTRESOR: que gravedad le otorgamos, que grado de controlabilidad, transitoriedad del evento etc… La mente humana está muy entrenada en mirar la realidad de forma dicotómica, buena o mala, todo o nada, blanco o negro. De manera que ante un evento negativo, la tendencia a dramatizar la situación es elevada. La realidad no es dicotómica, existen eventos regulares, neutros, un poco malos, bastante malos, malísimos, horribles… y tener una paleta amplia para definirlos nos permitirá graduar el impacto de estos en nosotros. Aprender a reflexionar sobre nuestras propias interpretaciones automáticas nos permite generar alternativas más razonables sobre lo que sucede.
Los recursos más corporales también son necesarios. La ansiedad, la irritabilidad, la apatía, la tensión… se manifiestan en el cuerpo, el cual tiene MECANISMOS DE AUTORREGULACIÓN que podemos trabajar y desarrollar con entrenamiento en conciencia somática, relajación y respiración entre otros.
La mayoría de la situaciones de estrés se producen o impactan en nuestras relaciones personales, es por ello que una COMUNICACIÓN ASERTIVA, donde se respetan los derechos y necesidades de uno mismo y los demás, es un recurso muy necesario en la gestión del estrés.
La Planificación y gestión del tiempo, el proceso de toma de decisiones, la adaptación a los cambios, la importancia del descanso y autocuidado, la autoestima… Son muchos los recursos y posiciones personales que nos pueden ayudar a amortiguar de forma óptima el estrés.