Una investigación llevada a cabo entre la Universidad de Pittsburgh y la Universidad de Waterloo puso de manifiesto cómo afecta la estabilidad física sobre nuestra relación sentimental. En una serie de experimentos, los investigadores colocaron a los sujetos en diferentes posturas corporales, algunas cómodas y otras no tanto, como sentarse en una silla o mantenerse a la pata coja. En estas situaciones, les preguntaron sobre la situación que atravesaban con su pareja, que en todos los casos se había calificado previamente como estable y de larga duración.
El resultado fue sorprendente: las personas en posturas tambaleantes ponían en duda su relación. Por otro lado, ante una posición física estable y cómoda, los participantes parecían no encontrar fisuras en sus relaciones. El experimento, inicialmente llevado a cabo con estudiantes, se replicó con una muestra mayor de personas de diferentes edades dando como resultado la misma conclusión: el desequilibrio físico llevaba a los participantes a manifestar inseguridad en la vida sentimental.
Los resultados no son una casualidad, aunque tampoco signifiquen que “un cuerpo inestable cree una relación de pareja inestable”, aclaró Forest, uno de los investigadores, tras su publicación en la revista Psychological Science. Simplemente indican que cuando las personas se sienten físicamente inseguras, son más propensas a percibir su vínculo como menos firme o consistente.
Aunque la idea experimental pueda parecer un tanto extravagante, no hace sino incorporar el terreno de las relaciones humanas a una de las corrientes científicas emergentes en los últimos años dentro del campo de la neurociencia. Esta nueva rama, conocida como “cognición corpórea, corporal o encarnada”, expresa cómo se relaciona la emoción con el cuerpo y la capacidad de este de condicionar la mente. Del mismo modo, y si utilizamos este nexo en el sentido contrario, si la postura transmite cómo sentimos nuestra relación de pareja, unos lazos afectivos equilibrados también suavizarán la percepción de una realidad turbulenta, cuando esta se presente.
Según explicaciones adicionales de la directora del laboratorio de cognición corpórea de la Universidad de Cambridge Simone Schnall, “nuestra opinión sobre el entorno es altamente subjetiva y depende del estado interno que estemos experimentando”. Y entendemos por estado interno los distintos grados de sensación, que van desde las necesidades primarias como el hambre, la sed, el frío o el calor, hasta las más complejas, implicadas en nuestros sentimientos y relaciones afectivas.