A pesar de que la cocaína no presenta un síndrome de abstinencia físico muy llamativo, es incuestionable la dependencia física existente en el uso de esta droga. Para producir los efectos euforizantes, la droga tiene que llegar al cerebro y producir cambios en su actividad química. El uso crónico de drogas que alteran el humor, ocasionará al final cambios crónicos en el funcionamiento bioquímico de las células cerebrales afectadas. Este daño, podrá ser reversible, parcialmente reversible o permanente.
No obstante no sólo el daño se sitúa a nivel cerebral, sino también en todas las áreas de vida de la persona: su conducta, pensamientos, vida laboral, social, de pareja, ocio y en definitiva todo su estilo de vida. Es por ello que el tratamiento de esta adicción pasa no sólo por la toma de una medicación, sino también por una intervención psicoterapéutica orientada al aprendizaje de una nueva forma de vida.
El consumo en los inicios suele presentar efectos “agradables” y pocos efectos secundarios, y suele aparecer como un simple uso experimental motivado por la curiosidad, la presión social y por compartir una experiencia placentera y supuestamente inofensiva. En este momento habrá personas que perciban rápidamente la peligrosidad de la adicción a la cocaína y decidan interrumpir este consumo para no caer en problemas.
De no ser ese caso, es muy probable que el uso de la cocaína pase a ser regular, intermitente o esporádico, y es posible que en este estadio la persona todavía no se de cuenta de los efectos adversos de la droga. Se utiliza para pasar buenos ratos, y se va instaurando como un hábito regular en la vida de la persona. Es ahora cuando comienzan ha aparecer cambios bioquímicos cerebrales y en cualquier momento se cruza la barrera invisible de pasar de ser un consumidor regular a ser un adicto.
Cuando una persona pierde el control sobre la cocaína, ya no puede escoger cuando consumirla y cuando no. Los síntomas más fiables de la adicción a la cocaína son:
– Necesidad irresistible y deseos intensos de droga. El conseguir y consumir se convierte en prioritario.
– Incapacidad para controlar su uso. Puede detener su uso temporalmente (días), pero no más allá. No cumple sus promesas.
– Uso continuado a pesar de los problemas: depresión, ansiedad, paranoia, ideas de suicidio, perdida de productividad en el trabajo, deterioro de relaciones significativas, dinero…
– Negación de tener un problema de adicción.
Tomar conciencia del problema, decir No a la droga, y ayudar a las personas adictas a cambiar su estilo de vida (aprendiendo de nuevo a disfrutar de la vida cotidiana, disfrutar de la familia o el trabajo, desarrollar un ocio sano, volver a quererse, perdonarse… ) serán objetivos importantes de la terapia.