Merece especial atención plantearse el PODER DE LAS PALABRAS. El lenguaje pone nombre al mundo, y por lo tanto es la herramienta fundamental de interpretación de este. El que domina las palabras, tiene un enorme poder hacia sí mismo y hacia los demás en forma de influencia, autocontrol cunado las palabras se dirigen hacia uno mismo y persuasión cuando las dirigimos a los demás.
El dominio de la Oratoria supone:- Expresar con facilidad
– Informar con precisión
– Explicar con claridad
– Demostrar con rigor
– Persuadir con convicción
– Argumentar con eficacia
Tarde o temprano todos tenemos que exponernos a hablar en público, Para que las estrategias tengan éxito, habrá que adaptarlas a la forma de ser de cada uno.
Las condiciones imprescindibles son:
– Autoconfianza
– Orientación personal positiva
– Claridad en la exposición de ideas
– Preparación previa
– Empatía
– Autocontrol
– Práctica
Dentro de nosotros hay un orador, habrá que dejar de lado la vergüenza y aprender las estrategias.
El público no es el enemigo, sino que, bien al contrario, son personas que consideran que el orador puede aportarles algo, que no van a perder el tiempo escuchándole.
Por ello, no se debería tener un miedo desproporcionado a hablar en público, algo que, sin embargo, suele ser bastante habitual.
Tener miedo antes de una intervención pública es algo natural, por lo que uno no debería ser excesivamente autocrítico consigo mismo por que le ocurra esto, y no por ello ha de considerarse una persona débil e insegura. El miedo a hablar en público es en muchas estadísticas la 1ª situación que nos produce miedo, por delante del avión o las arañas.
Es normal que existan nervios: Ante una situación que requiere una especial atención o respuesta, hace que el organismo produzca una descarga de adrenalina extra para transformar la energía a favor. Es una respuesta adaptativa del organismo. Los expertos también siente nervios y los asumen como algo natura. Probablemente la exposición saldrá mejor si existen nervios previos, ya que es una señal que nos activa, nos predispone a la acción. El arte estará en aceptarlos y manejarlos. Generalmente desaparecen al rato de comenzar la exposición.
Hay que analizar este miedo que a uno le atenaza, ya que si su duración o intensidad se exceden de lo razonable puede perjudicar el éxito en la oratoria, Habrá que tratar de descubrir las causas que lo originan.
Los motivos que influyen en mayor medida en el miedo son: El miedo a que nuestra intimidad e interior quede al descubierto, sentimientos de incapacidad para responder de forma eficaz al requerimiento de la tarea, cometer algún error, que haya un clima adverso, pensamientos y actitudes negativos, temor a que queden nuestras limitaciones al descubierto, miedo a perder el control… En el fondo del miedo existe INSEGURIDAD Y MIEDO A HACER EL RIDÍCULO. Debemos confiar en nuestra valía personal y en el valor del discurso. El autoconcepto positivo y la confianza en que lo vamos a hacer bien es una gran estrategia para que así sea.
Uno se dará cuenta de que gran parte de este miedo es irracional, no obedece a motivos lógicos (miedo de hacer un ridículo espantoso, de que se rían de uno, de tartamudear, de caer en desgracia, de hundir el prestigio profesional, de que le abucheen…).
Son situaciones que no van a ocurrir y por lo tanto este miedo hay que rechazarlo por absurdo.
Otro tipo de miedo sí puede ser racional: obedece a situaciones adversas que pueden presentarse (quedarse en blanco, no saber contestar a una pregunta, que no funcione el proyector, etc.).
Frente a este miedo racional lo que hay que hacer es tomar todas las medidas posibles para reducir al mínimo las posibilidades de que estas situaciones se produzcan (por ejemplo, llevando fichas de apoyo, preparando el discurso a conciencia, verificando previamente de que el proyector funciona correctamente, etc.).
A veces también preocupa el pensar que el público pueda darse cuenta del miedo que uno tiene (sudores, temblor en el habla o en las piernas, cara demacrada, etc.), pero es muy difícil que esto ocurra:
Son reacciones físicas que uno percibe intensamente pero que apenas son percibidas por terceros. Además, en el caso hipotético de que así fuera, el público pensaría que son reacciones muy naturales, que a cualquiera le podría ocurrir. Decir que se tiene nervios en alto, es opcional, tiene su parte buena (desbloquea, empatía, humildad) y negativa (el público detecta falta de experiencia)
El pensamiento cumple un papel fundamental, cuanto mas anticipemos situaciones negativas, mas ansiedad voy a tener y entonces los nervios efectivamente me jugarán una mala pasada. Las expectativas positivas contribuyen al éxito de las mismas
La mejor forma de combatir el miedo es con una adecuada preparación: hay que trabajar y ensayar la intervención con rigurosidad.
Cuando se domina la presentación se reducen drásticamente las posibilidades de cometer errores; esto genera confianza y disminuye el nivel de ansiedad. Ensayar me permitirá así mismo habituarme y coger confianza.
También resulta muy útil pensar en positivo, es decir, en la satisfacción tan enorme que a uno le produciría obtener un gran éxito.
El orador debe autoconvencerse de que con una buena preparación este éxito está al alcance de la mano.
Otro modo de combatir el nerviosismo es realizar, unas horas antes de la intervención, algún ejercicio físico intenso (un partido de tenis, salir a correr, etc.).
Esto contribuye a quemar energías y genera un cansancio físico que contribuye a calmar los nervios.
Cuando llega el momento de la intervención uno debe autoimponerse tranquilidad, especialmente en los momentos iniciales de misma. Como estrategias se pueden utilizar relajación y respiración.
Si uno consigue sentirse cómodo al principio, es posible que mantenga esta línea durante el resto de la intervención.
Subir al estrado con tranquilidad, sin prisas, mirar al público unos instantes mientras se le saluda, ajustar el micrófono, organizar las notas… y comenzar a hablar despacio.
A lo que nunca se debe recurrir es a tomar pastillas o un par de "copitas", ya que podrían generar un estado de aturdimiento que dificultase la exposición.
En todo caso, un cierto grado de nerviosismo puede que no venga mal, ya que permite iniciar la intervención en un estado de cierta agitación, de mayor energía.
Pensar en el auditorio, en la tarea que se tiene ante manos y no centrar la atención en uno mismo.
Mirada: Repartir la mirada por la audiencia es una buena manera de encauzar la situación. Si esquivamos la mirada, la audiencia hará lo mismo, por lo que se fijarán en otros detalles, como mis manos temblorosas etc.
Estrategias inadecuadas: Tomar un tranquilizante por primera vez (que no se como me va a sentar), utilizar un amuleto (que se puede perder) y el exceso de confianza.
LISTADO DE CONSEJOS PARA EL CONTROL DE LOS NERVIOS:
– preparar adecuadamente la presentación
– dominar el tema del que se habla
– practicar, realizar ensayos
– preparar especialmente bien las primeras palabras del discurso
– confirmar que llevamos todo el material necesario
– llegar con puntualidad
– adecuar el espacio a la presentación
– disponer de guión o anotaciones
– pensar en positivo
– incrementar la autoconfianza
– relativizar la importancia de la situación y la audiencia
– mirar a algún asistente que asienta o sonría
– adoptar una postura cómoda, de pie o sentado
– mantener contacto visual con la audiencia
– utilizar técnicas sencillas de relajación
– rebajar tensión en hombros, cuello, espalda y frente
– respirar lenta y profundamente
– hablar despacio
– introducir breves pausas para recuperar serenidad
– beber agua
– utilizar ropa cómoda que facilite le respiración